14 diciembre 2011

El club de los parricidas/ Ambrose Bierce - Pablo López Miñarro




A Ambrose Bierce lo mató Carlos Fuentes en Gringo viejo y Gregory Peck le puso rostro en la versión cinematográfica de Luis Puenzo, sin embargo difícilmente podemos hacernos una idea del auténtico Bierce a través de estas obras, que novelan, eso sí, el pasaje final de su vida.
Bierce nació y se crió en la América profunda. Un padre estudioso de la Biblia, una madre temperamental y dominante y trece hermanos —todos de arraigada fe calvinista— le inculcaron un peculiar sentido de la familia y del amor filial. Él mismo definía así “parricidio” en su libro más conocido, El diccionario del diablo: “Golpe de gracia filial por el que uno se ve liberado de los irritantes tormentos de la paternidad”. En El club de los parricidas, obra maestra del humor negro, Bierce condensa toda su capacidad para el sarcasmo y la mordacidad. Los cinco relatos que lo integran nos ofrecen un variado repertorio de procedimientos para acabar con nuestros progenitores, seguramente los mismos que a su
autor le hubiera gustado emplear con los suyos. Además de brindarnos una serie de ideas que podrían sacarnos de un apuro o ayudarnos a hacer realidad nuestros más oscuros deseos, el tono desenfadado y, por momentos, insidiosamente cándido de los relatos nos provocará más de una sonrisa.
Volviendo al principio, o más bien al final: cuando Bierce se fue a México era muy consciente de que emprendía su última aventura. Tenía más de setenta años y apenas podía caminar. “Si oyes que he sido fusilado junto a un muro de piedra mexicano”, le escribió a un familiar antes de partir, “por favor, entiende que esa es una buena manera de morir. Supera a la ancianidad, a la enfermedad o a una caída por las escaleras de la bodega. Ser gringo en México, ¡eso es eutanasia!”. Todo indica que Bierce consiguió su objetivo


El club de los parricidas
Ambrose Bierce - Pablo López Miñarro
Vagamundos 2011

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