12 febrero 2010

Anne Zouroudi presentó a su héroe mitológico en BCNegra

Entrevista realizado por EL PERIÓDICO el día 6/2/10





Hermes Diaktoros, un justiciero enviado por los dioses, protagoniza la serie

La autora británica denuncia la corrupción inmobiliaria en ‘El pecado de Midas’

ANNA ABELLA/ FOTO: ITALO RONDINELLA

BARCELONA

Le llaman el Gordo, pero solo es, o parece, alto y corpulento. Le gusta la buena comida y el buen vino. Elegante y atractivo, viste siempre impecables trajes de gusto italiano pero calza invariablemente unas zapatillas deportivas blancas que mantiene obsesivamente inmaculadas. Y sobre todo, es misterioso. Se trata de Hermes Diaktoros, un nombre que deberían tener en cuenta los amantes de la novela negra porque es algo más que el protagonista de la serie de la británica Anne Zouroudi (Sheffield, 1959), una enamorada de Grecia que esta semana ha participado en BCNegra. Es, como sus lectores habrán intuido, y en palabras de su creadora, «un enviado de los dioses».

PECADOS CAPITALES / Siete pecados mortales: siete novelas ambientadas en siete minúsculas islas griegas. Un «número mágico» para una serie publicada en 15 países y en prestigiosas editoriales como Gallimard, Rizzoli y Bloomsbury. Zouroudi trabaja ya en la quinta entrega. La primera, El mensajero de Atenas, llegó a España antes del verano, envuelta en la lujuria. Ahora aterriza el segundo título, El pecado de Midas (ambos en Duomo), en el que reina la avaricia en manos de especuladores inmobiliarios y políticos corruptos y en el que Hermes venga la muerte de un viejo amigo.

Zouroudi, sorprendida de que los lectores le pregunten siempre quién es Hermes, explica que es «una figura de justicia mitológica hecha de carne y hueso, que acude allí donde hay una injusticia, la resuelve y vuelve a irse». Su objetivo ha sido «crear un personaje único e inventar un nuevo género de novela negra». Sus libros son «cuentos morales inspirados en la mitología griega».

«Cualquiera que vaya a Grecia de viaje puede sentir la presencia de los antiguos dioses», asegura, mientras se sirve una británica taza de té, esta mujer que llegó de vacaciones a Grecia hace dos décadas con su hermana. «Tenía 30 años y justo acababa de lograr un trabajo decente –recuerda–, pero me enamoré tanto del país como de un pescador y al cabo de un año ya estábamos casados».

Pero entonces se dio cuenta de que ella, una «mujer independiente», había acabado en una comunidad pequeñísima, dejándolo todo para ser la esposa de un pescador. «Es lo mejor y lo peor que he hecho en mi vida», confiesa, pues su matrimonio, ahora roto, le dio un hijo y un marco inmejorable para ambientar sus novelas pero la sumergió en una sociedad cerrada, en la que nada es lo que aparenta y regida por normas no escritas. «Me costó dos años entender qué había tras aquellas sonrisas, tras aquel ‘Hola qué tal?’. En El mensajero de Atenas hay un personaje, Sofía, basado en una mujer a la que conocí y que a los 24 años quedó viuda y con dos hijos. En la comunidad se daba por sentado que nunca se volvería a casar, que vestiría de negro toda su vida y que no podía bailar ni hacer nada de lo que hacen las chicas de su edad. Está sentenciada por la sociedad a tener la vida de una anciana».

PRÁCTICA CRIMINAL / El pecado de Midas denuncia la corrupción política. «La peor corrupción de Europa está en el Reino Unido. En el pasado las clases políticas británicas han mirado por encima del hombro a los gobiernos de Grecia o Italia por los casos de corrupción pero ya no pueden porque lo ocurrido allí los ha desacreditado», opina Zouroudi. Aunque ahora vive en su país natal, afirma que «en los tiempos que corren, nacer británica es el peor castigo de los dioses».

Acto seguido carga también las tintas contra la especulación urbanística. «Quemar bosques para transformar el terreno de agrícola en edificable y construir hoteles, especular y ganar dinero, es una práctica criminal». El ánimo de lucro y la codicia son el centro de esta novela. «El dinero es y será siempre el gran corruptor. Estamos obsesionados en ganar más dinero y dejamos de lado cosas que seguramente nos satisfarían más. Los bienes materiales no lo son todo», afirma. Y Grecia, para ella, es su «guía espiritual».



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