20 enero 2009

‘Otra vez domingo’ de Francisco García Pavón. ¡Qué buena novela, puñeto! por Herme Cerezo



Seguimos de enhorabuena los aficionados al género policial. Y es que desde hace un par de años Rey Leal S.L. viene reeditando algunas de las novelas de Francisco García Pavón o, lo que es lo mismo, de Plinio, alias Manuel González, el JGMT, es decir, el jefe de la guardia municipal de Tomelloso. Comenzó la cosa con ‘Plinio. Primeras novelas’, siguió con ‘Voces en Ruidera’ y llega ahora ‘Otra vez domingo’, que apenas si lleva tres meses en el mercado. Calentita, pues, todavía.


Plinio, como personaje, aunque con matices, cumple una de las máximas de la novela negra europea: el protagonista no es un detective sino un policía. Ya que Plinio, como escribí líneas arriba, es JGMT, con uniforme incluido. Los matices vienen personificados en su amigo del alma y compañero de "pesquisiciones": don Lotario, ese veterinario que trabaja poco porque "pasa de rentas" y que sirve de soporte a Manuel González en todas sus investigaciones. Diríamos, pues, que sería la parte civil del negocio.

En ‘Otra vez domingo’, por cierto, don Lotario ya no lleva el Seiscientos de anteriores novelas. Ahora conduce otro coche mítico de la factoría SEAT: el Ochocientos cincuenta. Este singular veterinario no llega a asumir el papel que, por ejemplo, Sir Arthur Conan Doyle le asignó a Watson para con Sherlock Holmes. Pero no le falta mucho, con el añadido de las gotas de humor que la relación de esta pareja de hecho destila en cada novela, unas gotas que redondean el buen saber hacer policial del escritor manchego en esta serie. La única cosa extraña que rodea a nuestro héroe es su intemporalidad. Sabido es que Plinio comenzó sus andanzas en la Dictadura de Primo de Rivera y, sin embargo, sus intervenciones se demoran hasta casi la llegada de la democracia. Más de cincuenta años en activo. Mucho tiempo de servicio me parece aunque, personalmente, no me importa.‘Otra vez domingo’ es un caso mudo. Lo dice el propio Manuel González: "Este va a ser el caso mudo. Ni el médico hablaba, para empezar, ni su hermana habla, ni su amigo tiene qué decir, ni yo puedo hablar para no caer en la falta. Es el caso mudo". Y es que esta aventura va de la desaparición de un médico de Tomelloso, soltero pero que "miraba mucho de reojo" a las mujeres, al que nadie ha visto desde unas fechas atrás. Un médico de pacíficas y discretas costumbres que se ha volatilizado así, sin más. Y, a pesar de que Plinio orquesta un bando ("... a toda persona que viese al doctor Antonio Barandiarán ...") para solicitar la colaboración de la ciudadanía, no hay quien diga esta boca es mía, quien aporte pistas, quien encienda una luz. Y el bueno del galeno sin aparecer. A todo esto, para complicar el asunto, por las noches en el cementerio municipal se escucha Radio Pirenaica, emisora clandestina y prohibida donde las hubiere.

La estructura de ‘Otra vez domingo’ es sencilla. García Pavón parte de cero y edifica el misterio paulatinamente, con calma y sosiego, a la tomellosera, alimentado con tacos de jamón, queso y chatos de vino. Es como un Mecano. El escritor abre la caja, saca las piezas, construye la trama poco a poco y encaja cada trozo en su sitio. Una vez coronado el montaje, el entramado se va abriendo, las piezas son desmontadas y regresan a la caja por el mismo orden en el que la abandonaron, lentamente también, con caldos liados incluidos. El Mecano está ahora desunido y colocado en su caja, el lugar de donde partió el misterio y también su solución. Y es que García Pavón no sólo es llano y sencillo en su lenguaje preñado de localismos (benditos localismos: puñeto por puñeta, simplá por simpleza, quedar vencío por estar traspuesto o pesá por pesada), sino también en el planteamiento de sus casos y, por supuesto, en su solución. Abundando en esto de los localismos, nos enteramos que en Tomelloso existe, además del enterrador, persona que da sepultura a los muertos, el entierrista, es decir, un sujeto que asiste a todos los sepelios para atenuar la fría soledad de la ausencia. Lo que llamaríamos un profesional de las pompas fúnebres, un testigo oficial o un "consolador social", tal vez una versión primitiva del apoyo psicológico que se ofrece ahora a los deudos.

Dos apuntes más para cerrar este ‘Otra vez domingo’. El primero es que la acción transcurre durante el tiempo que Franco agonizaba y a Plinio alguien "de arriba", algún mandamás, le ha prohibido meter las narices en los casos de asesinato. Lo suyo, según órdenes "de la Superioridad", es ocuparse en organizar y cuidar el tráfico del pueblo y otros cometidos propios de las antiguas policías municipales. Sin embargo, el inspector Mansilla de la policía nacional, llegado del vecino pueblo de Alcázar para investigar la desaparición, es el primero que solicita su colaboración para resolver el caso. En el propio Tomelloso circulan rumores y existe una especie de sublevación popular, si podemos aplicar este término a los años en que transcurre la acción, para restituir a Plinio, alias Manuel González, a esas actividades policiales de mayor fuste de las que ha sido relevado. De hecho, las lenguas hablan de que el culpable es el nuevo gobernador civil que ha llegado a la provincia. En segundo y último lugar, hay que señalar que la mujer de Plinio y su hija Alfonsa ocupan un papel mucho más secundario en ‘Otra vez domingo’ que en precedentes entregas. Motivo: sencillo, muy sencillo: la Alfonsa, la niña de los ojos del JGMT, que ya acumula treinta primaveras en sus carnes todavía prietas, va a contraer matrimonio y madre e hija andan metidas de lleno en los avatares organizativos del evento nupcial. Así que esta novela, este ‘Otra vez domingo’ se lo come entero Manuel González, alias Plinio, como protagonista absoluto auxiliado por su fiel don Lotario.

En fin que los herederos legales del bueno de Francisco García Pavón sigan por la senda iniciada y autoricen o promuevan la publicación de las novelas que faltan de Plinio. Será una manera de recordar el magnífico escritor que era García Pavón y de rescatarle del injusto olvido al que parece relegado, no sé muy bien por qué extraña razón. Tal vez las propias palabras del autor manchego, en una entrevista que concedió al periódico EL PAÍS allá por el año 1979, puedan aclarar un poco las cosas: "La verdad es que yo, que soy hombre independiente, de familia liberal, republicana, nunca podía estar cerca de la situación política, y no por ser perseguido ni nada: simplemente, ellos no me iban y yo no les iba a ellos. Creo que nunca fui bien visto. Y en el reemplazo, como no soy político, me he quedado un poco como un hombre de otro tiempo. Ha habido gente, mucha, que se ha asomado al escaparate de la nueva situación. Yo no. Aunque creo que tengo detrás el sacrifico de toda la vida por la dictadura, no se me ocurrió presentarme a senador o apuntarme a un partido político. No lo digo como un mérito, sino, simplemente, como definición de mi manera de ser".


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