05 marzo 2008

Enredos y política: Balas de Salva de Marcial Fernández


En Balas de salva de Marcial Fernández confluyen dos vertientes de nuestras letras representadas por El complot mongol de Rafael Bernal y Maten al león de Jorge Ibargüengoitia. El tema en el que se ubica, el de la política, puede ser tratado de modo trágico o cómico, pero estos tres autores han optado por el segundo. A propósito de Maten al león, incluso se puede hablar de un subgénero ya bien establecido que tiene que ver con los atentados (recordemos la obra teatral que Ibargüengoitia ha dedicado también al tema) del que no sería difícil rastrear sus orígenes.
Un rasgo de El complot mongol, que comparte igualmente con esa otra obra maestra que es Ensayo de un crimen, es la referencia obligada de puntos de la ciudad que hacen de ésta no sólo un ambiente de fondo sino un personaje importante de la trama. En Balas de salva este aspecto igualmente se halla presente; Santa Fe, el Centro, Las Lomas, Los Pinos se convierten en puntos de referencia por donde los personajes van creando todo el tinglado de acciones. A cada cambio de escenario corresponde, como debe de ser, un cambio en el habla que nos hace ver el conocimiento que tiene el autor de los ámbitos citadinos. Es aquí donde se encuentra uno de los mayores méritos de la novela.
¿Es Balas de salva un libro de denuncia porque se escribe de un asunto, delicado en otro tiempo, como es el asesinato del presidente? En absoluto. Aquí no se trata de señalar culpables de lo que sucede en el país porque está de más hacerlo. Si en algún momento tales minucias podían tener un sentido, ahora, dadas las condiciones en las que vivimos no vale la pena cuestionarse porque buena parte de la responsabilidad recae en la ciudadanía que es la que elige.
En Balas de salva un día un grupo de amigos azuzados por su líder decide simplemente matar al presidente y ponen en marcha un alocado plan para lograrlo. A lo desaforado del plan corresponde una escritura ágil cuyo tour de force consiste en sostener el ritmo que la acción exige y del cual Marcial Fernández sale bien librado. Ibargüengoitia afirmaba que con todo lo que se decía de su modo de escribir, él no escribía sus textos pensando en que la gente tenía que reírse. Un reproche que se le podría hacer al autor de Balas de salva sería que en ocasiones se nota la conciencia de que está escribiendo el párrafo para hacer reír, pero se sabe que el único modo de conseguir la naturalidad es trabajando. Pero también tenemos hallazgos verbales como el del párrafo inicial donde, La Chiva, el instigador del plan, suelta la sopa "con varios rones en la mirada".
Algo que todo aspirante a escritor en nuestros días debe tener bien grabado es que no hay un género que sea más fácil que otro. Cada uno posee reglas que deben respetarse. Regresando otra vez a Ibargüengoitia, él declaraba que su divertimento Dos crímenes, le había costado más trabajo que su obra seria Las muertas. Por haber elegido un camino poco transitado Balas de salva es una obra que merece ser atendida; en lo fundamental cumple su objetivo de entretenimiento que no es menor. Ahora bien, lo loco de la situación que presenta no puede ser reprochada porque la loquera del mundo siempre la superará.


Por Ernesto Herrera

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